lunes, 28 de abril de 2014

Un extraño cadáver en El Altet


H 180 1 es la signatura de un expediente que se titula “Diligencias practicadas por la introducción de un cadáver en el término de esta villa partido de las casas de Alted”, y que se guarda en el Archivo Histórico. He de reconocer que he disfrutado con su lectura, es intrigante, misterioso y apasionante, siempre ansioso por saber su sorprendente desenlace. El escrito no tiene nada que envidiar a cualquier novela de intriga histórica, con la gran diferencia de que lo que se cuenta sucedió de verdad.
El expediente comienza la mañana del 5 de septiembre de 1769, en Elche, cuando se tiene noticia de que “han introducido en este término de la ciudad de Alicante un ataud en que suponen se hallava un cuerpo difunto, y que llegado a las cassas del Alted termino de esta villa le han enterrado sin concurrencia de los reverendos sacerdotes de las Parroquias de esta villa ni asistencia del Ministro de Justicia de la misma”.
En este momento se inician los mecanismos judiciales para averiguar lo que ha sucedido, comenzándose a preguntar a todas las autoridades ilicitanas si habían dado permiso para que se enterrase a alguien. Un escribano recorre varios domicilios, pasando entre otros, por la casa de la Calahorra donde habita el señor Alcalde Mayor, informándole de lo sucedido,  preguntado si sabía algo, responde que no tenía la menor noticia.
Tras terminar la indagación inicial se organiza una comitiva encabezada por un Juez y se busca un carruaje que velozmente se dirige a las casas de El Altet, llegando a las cinco menos cuarto de la tarde. El Juez interroga a los vecinos de la zona quedando atónito con las respuestas. El primero de los testigos cuenta como sobre las tres de la madrugada “del día de ayer quatro de los corrientes hacostado a la puerta de su cassa de abitacion oyo grande ruido de carruajes, y haviendose levantado a la novedad vio una galera delante a que seguían seis berlinas”. Otro de los testigos cuenta como vio un ataúd “que haviendole clavado un hombre clavos sobre la tapa le condujeron bajo del pino, y en un oyo que ya estava prevenido le colocaron, y cubrieron con la misma tierra poniendo sobre el citio donde parava la cabeza una grande piedra”.
Preguntó que quienes habían sido los que habían enterrado el cadáver y respondieron que “venían acompañando granaderos, y otros muchos sujetos de quienes asia como principal un sujeto compañero de otro difunto llamado D. Juan”. Debieron de oír como hablaban entre ellos en un idioma extranjero pues manifestaron “sepultan el cuerpo según y como lo acostumbran los de otra nación”.
Lo realmente llamativo del caso era que el enterramiento se había efectuado de madrugada, en un lugar solitario, sin tener aviso las autoridades ilicitanas, asistiendo al funeral tantos hombres de tan alto rango y de nación extranjera, todo realmente muy sospechoso. Pero la gran duda que tenía el Juez era si el cadáver había muerto de forma natural o violenta.
Tras preguntar a los vecinos llega finalmente al lugar del enterramiento y efectivamente a tres pasos de un pino pequeño que estaba a mediodía y levante de una casa se “advierte la tierra algo movida, y asi a lo alto del terreno ay una piedra grande”.
Allí conoce a Francisco Urios y a sus padres quienes le cuentan la verdad de lo sucedido. Quien se hallaba enterrado era Thomas Coxon, Cónsul Inglés en la ciudad de Alicante, que además era el propietario de la casa cercana al pino. Pero no quedó así la cosa, para su sorpresa le contaron que lo habían enterrado junto a la tumba de anterior cónsul fallecido en 1760. Sin esperarlo la comitiva judicial se encontró con todo un cementerio consular británico.
Antes de marcharse ordenó a Francisco Urios que vigilara la tumba y que no permitiera que nadie la tocara. Además mandó que se embargaran los muebles de la casa de los ingleses y su herencia y que quedara en poder del depositario. Realiza un inventario de la casa que estaba compuesto de dos sillas, una poltrona, dos mesas grandes, dos ollas de cobre, dos cazuelas,   seis fuentes, platos … y tras ello la comitiva llega a Elche a las nueve y cuarto de la noche.
Tras aquel día poco a poco se van averiguando mas detalles del asunto al comparecer más testigos y se va averiguando que el Cónsul había muerto de muerte natural, pues llevaba tiempo inapetente, siendo adecuadamente asistido por médicos y cirujanos.
El misterioso don Juan era Juan Wombwell, inglés, un importante negociante establecido en Alicante, quien además era el albacea testamentario del difunto. Parece ser que al enterramiento también asistió Baltasar Sirvent, perteneciente a la Santa Inquisición de Alicante. Así que estando acreditada la muerte natural se absolvió a Wombwell, se levantó el embargo que pesaba sobre los bienes del difunto, y se le condenó a pagar las costas judiciales que ascendían a 267 reales y 2 maravedíes.  
Puerto de Alicante - Siglo XIX
Para entender un poco más el alboroto que se formó hay que conocer el pasado comercial de Alicante. Durante el siglo XVIII el puerto de esta ciudad era uno de los más importantes de España, gracias a su seguridad y al tener una buena comunicación con el interior. Se comerciaba gran cantidad de tonelaje de todo tipo de productos, recibiendo buques de muchas nacionalidades. Se instalaron sociedades francesas, italianas, holandesas, y nórdicas, llegando incluso buques norteamericanos. Una de las colonias mas importantes era la británica y de entre sus sociedades destacaban “Wombel y Cía” (perteneciente al mismo que enterró a Coxon) y “Hacher, Rodd y Cía” que vieron un gran negocio en el comercio del bacalao, un producto de primera necesidad. Cuando estallaba una guerra con Inglaterra este tipo de comercio se paralizaba totalmente, llegando sólo algún que otro barco de bandera danesa. En 1763 finalizó la guerra de los siete años y unos años después estalló la de 1779, con lo cual la relaciones diplomáticas debían de ser muy tensas en aquellos años de entre guerras.     
1781 - La sortie realizado por la guarnición de Gibraltar

Thomas Coxon (que en alguna documentación aparece escrito como Coxen, Copsen, Corson o Copson) tuvo una relación societaria muy estrecha con John Wombwell. Un ejemplo de ello lo tenemos en un expediente judicial donde consta como en 1751 Coxon y Womdwell importan maíz “indio” desde Norfolk (Virginia), pero al congelarse el río se tuvo que posponer el envío a la primavera de 1752.
He intentado averiguar donde se situaba aquella casa de los ingleses, consultando documentación y también preguntando a los vecinos de El Altet, pero me temo que todo quedó en el olvido hace mucho tiempo. De esta rocambolesca historia creo que sólo ha sobrevivido un viejo legajo de hojas.
He de decir que todas las partidas rurales de Elche tienen una gran historia por descubrir y de entre ellas destacaría la de El Altet, sobre la que espero tener la oportunidad de escribir algún día.

Juan Francisco Mollá Agulló



Publicado en la revista El Crisol – Abril 2014

1 comentario:

  1. Genial. Me encantan las historias de intriga y misterio del campo de Elche. Espero que algún día publiques una recopilación, como otros interesantes libros de nuestra comarca donde se mezclan fantasía, leyenda y realidad. Enhorabuena, también por divulgar la cultura popular de las pedanías ilicitanas, fomentando así el valor histórico de lo rural.

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