lunes, 1 de julio de 2013

La Silla


Alguien me preguntó en una ocasión que por qué perdía el tiempo con la historia puesto que a nadie interesaba y el pasado para nada servía. Yo le pregunté si se acordaba de su infancia, de sus padres y abuelos, de los sabores y olores….Me contestó que si. Entonces le dije que era muy afortunado por tener un pasado y sobre todo por recordarlo, puesto la ausencia de cualquier tipo de recuerdo suele ir aparejada o asociada a una terrible enfermedad que todos conocemos y muchos padecen, el temido Alzheimer. Una sociedad sin historia no tiene identidad, un hombre sin recuerdo no tiene vida.
Las personas somos frágiles bibliotecas de recuerdos los cuales están confiados a la memoria y, desgraciadamente, éste no es un soporte eterno. A estas pequeñas bibliotecas quiero dedicarles unas palabras.

Todos tenemos entrañables vivencias y recordarlas es una forma de revivirlas, el recordar a las personas queridas es una forma de que vuelvan del olvido. Por este motivo quiero animarles a un ejercicio de vida y que consiste en que a sus semejantes muestren su pasado pues ellos lo recordarán.
Todos debemos de mostrar nuestra sabiduría y por ésta no me refiero a la académica, me refiero a la de toda una vida, que debe ser escrita: “si no está escrit, no queda dit”. Por ello si se deja plasmada en papel tenemos una garantía de que se recordará íntegra y que en el futuro podrá leerse, interpretarse y ayudar a descifrar algún misterio del pasado. Para lograr este objetivo la literatura nada importa, lo que verdaderamente vale es el contenido.
Cuando un abuelo cuenta historias a su nieto éste debe de saber que las recordará. Puede pensar que no, que el niño está en su mundo, pero puedo asegurarle que es como una lluvia fina que parece que no moja pero que al tiempo todo está totalmente empapado. La transmisión oral no debe de cesar nunca pues es lo  verdaderamente fundamental, le da el valor emocional y duradero a la narración contada.
Pero hay otro tipo de conductas que ayudan a mantener vivo el recuerdo. Hoy en día el abanico de posibilidades para poner en marcha este ejercicio es muy diverso pues hay personas que transmiten su sabiduría con sencillos gestos cotidianos, como cocinar una receta enseñada por su madre, plantar un planta con una vieja semilla, cantar aquella entrañable canción, guardar algún objeto singular. El gesto de conservar ha de ir acompañado de una labor docente consistente en mostrarlo y explicarlo sin pudor para que los demás puedan apreciar su verdadero valor.  Un trozo de madera es eso madera, pero si se cuenta la historia que hay alrededor de él es cuando verdaderamente adquiere su grandeza.
Otros ven y ejercen la conservación de valores culturales de manera más lúdica, manteniendo nuestro folclore y nuestras fiestas populares de manera activa, formando parte de asociaciones musicales o comisiones de fiestas. Estas son personas altruistas y generosas que dan un valor cultural muy importante a la identidad de un pueblo.
Otros se embarcan en aventuras más ambiciosas como conservar y cuidar casas, campos o árboles. El esfuerzo que hacen en tiempo e ilusión es enorme. Buscan en estos elementos valores arquitectónicos tradicionales y piensan en como destacarlos y conservarlos. Yo creo en sus propietarios pues saben apreciar el valor real de lo que poseen, el no hacerlo sería como tirar a la basura su propio patrimonio.
Finalmente llegamos a los emprendedores, personas que observan su entorno y piensan que más de lo mismo ya existe, y que para diferenciarse comercialmente buscan elementos en sus raíces para dar un valor añadido a su propuesta. Afortunadamente tenemos ejemplos palpables de todo ello, restaurantes, granjas escuelas y albergues rurales. Pero quisiera recordar un ejemplo muy gráfico de ello: hace un par de años salió en la prensa unos jóvenes que encontrándose en el paro decidieron poner en marcha una empresa dedicada a la fabricación artesana de “bacalao meneao”, una tradicional receta conservada por su abuelo. Han recibido varios premios por ello, pero lo mas importante de todo es que es su forma de ganarse la vida.
Parece que realmente estamos despertando y comenzamos a valorar aspectos que antes no se apreciaban con la intensidad debida. Desde hace ya tiempo se ve desde otro punto de vista el Palmeral de Elche y su Misteri, como importantes catalizadores de un turismo cultural y la verdad es que se ha notado y a la vista están los resultados. Este es un ejemplo a gran escala de conservación, divulgación y aprovechamiento de una identidad única que nadie más puede atesorar.
Vuelvo al principio de este artículo. Es necesario que todos los que tienen algo que aportar lo hagan, que divulguen y conserven su saber y especialmente aquellas personas que han vivido otros tiempos. En la vida hay muchos caminos, la mayoría andados y conocidos por otras personas, y seria una tontería desperdiciar todo ese conocimiento que podría ayudar a las futuras generaciones a conseguir su progreso. Es un precioso legado gracias al cual seremos recordados dando, de este modo, vida al futuro.
Por todo ello doy las gracias a todos estos generosos hombres y mujeres que se esfuerzan en divulgar su gran patrimonio.

Mª Luisa Boix
Juan Fº Mollá 

Publicado en la Revista el Crisol 01/07/2013 número 62

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